miércoles, 12 de noviembre de 2008

El valor de la vida

Parece, desde hace ya un tiempo, que se ha puesto de moda hablar de los derechos humanos. Y eso está muy bien, ya que después de tantos años de atropello a la vida y a la libertad, era hora que se hable y se discutan de ciertos temas.
Sin embargo llama la atención como algunos medios de comunicación, políticos y opinólogos, se han subido a ese carro, casi sin capacidad de reflexión… parece que ahora, en nombre de la libertad, todo está permitido.

Basten sólo algunos ejemplos:
- En estos días, el senado de la hermana República de Uruguay, aprobó la Ley de salud sexual y reproductiva, en la que – entre otros puntos – despenaliza el aborto que se lleve a cabo dentro de las 12 primeras semanas de gestación.
- En nuestro país, el ministro Aníbal Fernández promueve la despenalización del consumo de drogas.
- El gobernador de la Provincia de Buenos Aires pide la baja de la edad de imputabilidad de los menores.

Lo curioso en estos, y otros muchos casos que escuchamos a diario, es la liviandad y la naturalidad con que son tratados temas tan sensibles y tan importantes. Se da por obvio que todos debemos estar de acuerdo con esas posturas. Así, mientras que algunos resaltan el derecho a elegir sobre su propio cuerpo y la libertad de cada uno a hacer lo que quiera con su vida, otros reclaman por la “seguridad social” y el derecho de vivir tranquilos.
Y ¿quién podría oponerse a esas declamaciones? Nadie que tenga un lugar de visibilidad y que necesite de la aprobación de otros iría en contra de estos principios… ya sea porque “queda bien”, “la mayoría piensa eso” o suena “lógico”, o bien porque necesitan los aplausos, los puntos de rafting o los votos de esas supuestas mayorías.

Ahora bien… ¿alguien se puso a pensar si esos derechos declamados son absolutos y universales? ¿No estaría el derecho a la vida por sobre todos los demás? Una vida digna para todos, una vida respetada, cuidada, promovida.
Parece que, subrayando algunos derechos, de carácter individual o de pequeños sectores, terminamos aprobando y favoreciendo algunos actos – atentados – que van contra la vida. Como dice el dicho, “se corta el hilo por lo más fino”, se victimiza aún más y se condena a los que ya son víctimas de esta sociedad, a los más débiles e indefensos.

Que las cosas sucedan – numerosos abortos clandestinos, gran cantidad de adictos, etc.-, no significa que estén bien, que sean naturales o que haya que despenalizarlas. Cuando proclamamos la necesidad de defender, cuidar y promover la vida, estamos hablando de personas concretas, de todos y de cada uno… de su derecho a gozar de una vida digna, con salud y educación que le permitan el pleno desarrollo de sus potencialidades.
Habrá entonces que preguntarse si estas propuestas anunciadas por los medios y los políticos, no son contradictorias en sí mismas ya que mientras pretenden promover los derechos humanos, terminan atentando contra el más universal de ellos: la vida.

Ignacio Quesada